Mi voto, como científico

Se acerca la fecha. Nos toca decidir el voto (¿útil?). Bajo mi punto de vista como científico -que es una parte importante de lo que soy- hay tres aspectos cruciales a considerar en un partido político:

Primero y fundamental, el pensamiento racional. Sin pensamiento racional, es difícil llegar lejos. Las supersticiones tienen su lugar en la cultura, pero hemos de trabajar en la realidad. Es una desgracia que se legisle siguiendo los dictados de la Iglesia Católica, como lo es que se de cancha a seudoterapias o seudodolencias. No deja de crecer la lista de Universidades que, buscando funcionar con criterios de rentabilidad económica, admiten entre sus muros lo que nunca debiera entrar.

Segundo, el cambio climático, que me parece el gran reto científico y social del siglo XXI. Sin arreglar esto sí que no llegamos lejos. Este punto es, además, transversal: las múltiples regulaciones que son condición necesaria para frenarlo no son compatibles con el modelo capitalista actual. El libre mercado ya ha demostrado que no tiene herramientas eficaces para dejar el carbono enterrado en el suelo ni para poner en marcha el decrecimiento necesario para que nuestra civilización sobreviva dos generaciones. Así, grandes porciones del programa que parecen ir de economía o política internacional (y sus siglas asociadas: TTIP, FMI…), o de servicios públicos, de modelos de urbanismo, consumo o mobilidad, en realidad son fundamentales para el gran problema del cambio climático. La ciencia nos dice: de esta no salimos cambiando las bombillas.[1]

Tercero, la investigación. Hay que invertir en investigación pública para resolver problemas sociales. A corto, a medio y a largo plazo. Aquí tenemos la otra cara de esa transversalidad: hablando de la carrera investigadora, de la inversión en conocimiento, a la vez se está hablando de la economía y de la industria de la próxima generación. No me parece razonable que aspiremos a ser un país para turistas.

¿Cómo valoro, desde estas tres directrices, a las siguientes organizaciones políticas?

El Partido Popular, heredero del nacionalcatolicismo, pone medallas a las Vírgenes, hasta hace poco negaba el cambio climático y se ha cargado la investigación pública en España. No hace falta darle más vueltas.

El PSOE ha plantado históricamente cara (un poco) a la Iglesia Católica. Podría haber hecho más, claro. Y menos también. No se puede dejar de reconocer que duplicó en su día la inversión en I+D. Pero como partido capitalista que es, no trabajará para frenar el cambio climático como necesitamos que lo haga.

A Cs los veo comparables al PSOE, pero con mucha mejor asesoría a la hora de elaborar la parte científica del programa electoral. Comparados con el PSOE, creo que desafiarán algo menos a la religión y algo más a otras supersticiones seudocientíficas. Me parece difícil predecir quién invertirá más en investigación, pero parece claro que Cs invertirá mejor. Sobre todo, mejor para la empresa privada. Ahora bien, sus políticas de libre mercado seguirán alimentando a la locomotora que tira del cambio climático; al menos tanto como las del PSOE o las del PP. Esa postura tampoco es contradictoria con la ciencia, realmente: simplemente consiste en sacrificar a los muchos y a los que están por venir para el beneficio de los pocos y del corto plazo. Algunos viviremos (¿o vivirán?) algo más cómodos algunos años más, pero la cuenta la pagarán los niños de hoy y los pobres de mañana, y esa cuenta será de espanto.[2]

Las fuerzas a la izquierda del PSOE (desde Unidad Popular a Podemos pasando por todos sus aliados reales y potenciales) son, con diferencia, las más beligerantes con la superstición eclesiástica. En cambio, contra las seudociencias a veces son los más débiles. Aquí hay más de una batalla importante por librar, y hemos de comprometernos quienes tenemos formación científica y a la vez buscamos la justicia social: hemos de insistir en que, si bien tiene todo el sentido que se planteen propuestas alternativas a la actualidad económica, que es una construcción humana, no lo tiene el jugar con alternativas a la realidad científica, que es objetiva. En cuanto al cambio climático, las fuerzas que recogen postulados anticapitalistas me parecen la única opción sensata. Aquí sí hay potencial de que nuestros hijos hereden un planeta poco hostil, y de que nuestros nietos hereden una civilización digna de tal nombre. Resultan, por tanto, la única opción responsable con quienes tienen menos y con quienes están por venir, la opción que menos hará que nos maldigan por haber tolerado el lujo a costa de su sacrificio. En cuanto a la investigación, de nuevo, a estas fuerzas les queda (¿nos queda?) trabajo por hacer: no dejarán que se hunda la investigación pública, eso seguro, pero los programas son mejorables. Lo bueno es que estas fuerzas tienden a responder a la presión de la calle cuando gobiernan: en la práctica, para mejorar esos programas habrá que organizarse y trabajar.

[1] Aconsejo mucho leer esta entrevista de Amy Goodman a Kevin Anderson para Democracy Now!, del 8/12/2015

[2] Los primeros refugiados climáticos están pagando ya la cuenta de los excesos cometidos por los más ricos durante las últimas décadas, y quienes vivimos en países acomodados nos tendremos que apretar más el cinturón durante los próximos años por esos mismos excesos: se han (nos hemos) gastado ya casi todo el presupuesto de carbono, y ahora toca emitir poco y tener un cambio climático relativamente moderado, aunque dañino… o seguir emitiendo unos años más y tener un cambio climático desastroso.

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