Tecnologías cuánticas, políticas de cuotas, compañeras ausentes

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Fotograma del corto de animación A Tale of Two Women and Their Careers in Science que ilustra cómo mujeres científicas con talento quedan descolgadas de la investigación.

A las 5:00 AM suenan un par de despertadores en mi dormitorio. ¡Arriba, que no hay que perder el tren! Una dosis suficiente de café y 5 horas después y me encuentro en el Salón Principal del Centro Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid, esperando a mis colegas para que empiece el Tercer Foro de Tecnologías Cuánticas. El tema: el Quantum Technologies Flagship, la iniciativa estratégica del sector público en Europa, que se extenderá durante diez años, para potenciar las tecnologías basadas en la mecánica cuántica (¡yuju!). Como en el caso de las iniciativas equivalentes dedicadas al Cerebro Humano y al Grafeno, se trata de sectores que se consideran con un gran potencial económico y en los que es un riesgo económico y social para Europa quedarse atrás.

Durante las cuatro horas que dura la reunión volvemos, una y otra vez, al tema de la inclusividad y la participación en la toma de decisiones. Al final de lo que se está hablando, para entendernos, es de los criterios para repartir los mil millones de euros que se dedicarán a la iniciativa.

Se considera vital, para empezar a orientar esto de la inclusividad, la participación de agentes de la industria en las decisiones que haya que tomar a la hora de orientar esta iniciativa pública, y no solamente escuchar al mundo académico. Por un lado los dos enfoques son complementarios, y por otro, si los dos mundos están contribuyendo al avance de la ciencia y la tecnología, parece justo que los dos participen en la toma de decisiones. Así, de las 24 personas en el High Level Steering Comittee (los que pilotan, los que marcan las reglas del juego), 12 son representantes académicos y 12 de la industria. En el reparto de dinero no se habla explícitamente de cuotas, pero sí de un mandato que insta a intentar que, a lo largo de los diez años, aproximadamente la mitad de los proyectos estén liderados por un agente de la industria. Es cierto que los asistentes a la reunión de hoy son en aplastante mayoría académicos, pero, quizá precisamente por eso, se ha reservado una charla al representante español de la industria en el Comité.

Seguimos con la diversidad: se da por hecho, y aún así se menciona más de una vez, lo vital que es mantener vivas las variadas aproximaciones que hay actualmente a las tecnologías cuánticas. En las aplicaciones de la mecánica cuántica hay varias tecnologías posibles que coexisten, con diferentes ventajas e inconvenientes potenciales (trampas de iones, superconductores, semiconductores, moléculas…). Ocurre un poco como en las energías renovables, donde tenemos los paneles fotovoltáicos, las hidroeléctricas, la geotérmica, etc. Nadie en la sala duda de la riqueza de esa diversidad, y se hace énfasis explícitamente en el valor de potenciar aquellas tecnologías cuánticas que, teniendo un potencial considerable, hoy todavía no están maduras y que por tanto no tienen resultados comparables a las que sí lo están. Nuevamente, no se habla de cuotas, pero es evidente que el dinero se distribuirá juiciosamente, y ningún campo se quedará descolgado.

Los oradores, entre otros muchos, incluyen a un científico del Comité, a un representante de la Comisión Europea y a un representante de la Oficina Europea del Ministerio de Economía. Repetidas veces y desde distintos puntos de vista queda claro que, aunque tampoco va a haber cuotas explícitas por países, es inevitable que el dinero se distribuya ampliamente por todo el mapa de Europa. Esto también es inclusividad, parece ser. Al necesitar una mayoría de votos de los Estados miembros para seguir adelante, el proyecto no se aprobaría si se viera que el dinero iba a acabar en los dos o tres países con las infraestructuras más avanzadas. En parte por justicia: si todos los europeos ponemos dinero, tiene sentido que todos nos beneficiemos. En parte por eficiencia, porque los científicos de países con menos infraestructuras no somos más tontos: si nos dotan de medios, produciremos tanto como nuestros colegas. Y, finalmente, por coherencia social con el por proyecto común: al menos en teoría, en Europa queremos progresar juntos.

Así que inclusividad y diversidad son (1) potenciar la participación de la industria, (2) no dejar atrás a las tecnologías menos maduras y (3) favorecer que se suban al carro los grupos de países con infraestructuras de investigación menos desarrolladas. Y las políticas para garantizar estos fines están en marcha.

¿Y de medidas inclusivas para avanzar hacia la equidad de género, qué tal vamos? El tema no sale a debate en la reunión, así que me permito hacer mis propios cálculos. Cuento, desde donde estoy sentado, medio centenar largo de participantes y, entre nosotros, media docena corta de mujeres: como mucho un 10%. La reunión dura más de cuatro horas: un montón de oradores y unas cuantas intervenciones del público. ¿Y cuánto tiempo de micrófono, de las cuatro horas, tiene ese 10% de mujeres? El resultado, en minutos, es cero. Ni un segundo, vamos: toda una mañana escuchando exclusivamente voces masculinas. La reunión podría haberse celebrado hace 100 años y la mujer no habría estado más excluída del mundo académico ni del institucional. Y el asunto ni se menciona: no es que esta cuota de género del 100% no se perciba como un problema, es que no se percibe, punto. Hoy, más que muchos otros días, echo de menos a mis compañeras ausentes.