Conspiranoia, activismo y ciencia: chemtrails

Una tarde de verano de 2011: calor, pancartas y sonrisas. Pienso que hoy no ha venido mucha gente, pero la verdad es que aún es pronto, y siguen llegando. Ahí están Mila y Nacho, de mi asamblea.  Una chica nos reparte fotocopias: «Reunión de Educación el lunes». Me interesa: a la mochila. Parece que ya nos movemos cuando otro chico nos reparte la siguiente octavilla: «Toma la Bolsa, el 17S». A esto sí que habría que venir, pienso. Ya salimos de la plaza cuando me ponen en la mano el tercer papel de la tarde:

«Mira al cielo, ciudadano, y podrás ver lo siguiente: […] estelas químicas […] nubes químicas […] Infórmate, busca en internet chemtrails

Para dentro me digo: «no, si ya lo busqué en su día». Os cuento: las estelas de condensación de los aviones se denominan en inglés contrails (de condensation trails); chemtrails es el neologismo para hablar de estelas que supuestamente contienen productos químicos con fines perversos. Pero se me hiela la sonrisa: ¿qué hacen los conspiranoicos de los chemtrails en el 15M? ¿Y, sobre todo, qué voy a hacer yo al respecto, como científico? La duda me acompaña hasta mucho después de acabar la mani y volverme a casa. Y la inquietud se reaviva más de un año después, tras el 25S – Rodea el Congreso. Os lo recuerdo: durante una jornada destituyente, los medios españoles se fijan en la manifestante que reza a Isis desnuda de cintura para arriba. Poniendo el foco en lo irrelevante, los medios la entrevistan, y dicha manifestante decide mezclar las matanzas de delfines y los manejos de Monsanto con los chemtrails. De aquellos momentos vino buena parte de la motivación para este blog.

Empecemos por la autocrítica: muchos científicos admitimos que el entorno académico hace aguas. Las subvenciones y los investigadores de prestigio determinan los temas de moda sobre los que es relativamente fácil publicar aun se aporte bien poco. Para empeorar las cosas, los juegos de prestigio y de poder entre grupos de investigación, las editoriales y los egos personales tienen consecuencias sobre qué se publica, cómo y cuándo. Lo que quizá es más importante, por ser un problema estructural: el modelo productivista-industrial va en detrimento del rigor científico, con lo que la ética acaba siendo poco más que una postura personal. Si esto ocurre en un entorno sin apenas posibilidad de lucro y casi exento de poder real, parece razonable ponerlo todo en duda. ¿Hasta dónde llegarán los engaños de empresas y gobiernos? Las estelas que dejan los aviones, ¿serán maniobras de control climático, como denuncian algunos?

La respuesta corta es «no». Los esforzados intentos de algunos activistas por estudiar el tema de los llamados «chemtrails» imitando el método científico se tropiezan con problemas similares a los de la ciencia convencional, además de con una considerable falta de medios y de personal cualificado. Pasear por sus páginas es enfrentarse a un panorama desolador: llevan a cabo experimentos no concluyentes y pobremente diseñados mientras critican la falta de rigor de sus pares. Se denuncian unos a otros como agentes de la conspiración que promueve los chemtrails, y se acusan de distribuir desinformación. Dependiendo su escuela, estos convencidos llegan a afirmar que las estelas de condensación están relacionadas con el control del clima, o con usos militares para guerra biológica y química, o con radares y antenas de comunicaciones. Algunos de ellos combinan las paparruchas sobre chemtrails con las del orgón (y la orgonita, ver figura), y combaten los primeros con los segundos.

towerbuster

CC BY 2.0 User:FlickrLickr
Orgonita para protegernos de todo mal (?).

Lamentablemente, hay otros muchos temas de los que trabajamos en el entorno activista en los que también se mezclan en diversos grados la ciencia o la denuncia legítimas con fantasías, o, a veces, con paranoia. Pensemos en la homeopatía, la llamada «energía libre» o la agricultura biodinámica; volveremos sobre estos temas. Desde luego que el caso de los chemtrails no es único, aunque sí resulta singularmente fácil de desmontar, por su alta dosis de conspiranoia y baja dosis de realidad.

En el caso de las estelas de los aviones la realidad científica es (como siempre) compleja. Intentemos una aproximación sencilla. El vapor de agua emitido por los motores condensa en  estelas de condensación (o contrails). Esta condensación se puede dar en condiciones muy variadas de humedad, presión y temperatura, y en algunos casos la consecuencia es que la estela de vapor de agua persiste durante largo tiempo. Similares pero no iguales a las nubes, las estelas sí tienen una contribución pequeña pero detectable al albedo de la Tierra (la reflectancia de luz solar), al oscurecimiento global y al efecto invernadero. Hasta aquí, todo real; es al fantasear con que existen estelas con productos químicos que provienen de una adulteración intencionada del combustible cuando se empiezan a fabular conspiraciones y aparece el término chemtrail.

Con todas las deficiencias que he mencionado arriba y alguna más, algo que se aprende cuando se vive en el mundo académico es que el sistema académico ni tiene ni puede tener en marcha conspiraciones para «acallar temas que no interesan». Lo que se sabe, lo sabemos todos, porque se puede encontrar con facilidad en las revistas científicas. Revistas en las que también se publica basura, y hay que saber leer con criterio para distinguir la basura del conocimiento, pero en eso entramos otro día. El acceso a estas revistas puede ser gratuito, o puede ser necesario acceder a través de una biblioteca universitaria  o incluso comprar del artículo en cuestión si la biblioteca empleada no tiene suscripción. De una forma o de otra, toda la información científica está disponible para quienes quieran leerla.

contrails

CC BY/SA 3.0 User:Ál
Las estelas de condensación, inofensivas salvo cuando afean una vista.

Desde el entorno activista, en nuestro imprescindible empeño por la inclusividad, y en nuestra naturaleza alternativa, a veces parece que demos la bienvenida a conspiranoias y teorías magufas, donde la igualdad en dignidad y derechos de las personas se pervierte en igualdad de validez de las ideas. Así es como se llega, en nuestro entorno, a oponerse por sistema a las vacunas. Con la misma falta de criterio y honestidad intelectual, se llega en otros entornos a defender de que  la teoría de la evolución y el argumento teológico del «diseño inteligente» son hipótesis con la misma validez que merecen el mismo tiempo en la escuela, o a negar la realidad científica de lo que quizá sea el hecho científico más relevante de los siglos XX-XXI: el cambio climático.

Creo que es responsabilidad de quienes tenemos formación científica el ofrecer nuestras habilidades y conocimientos, con humildad y autocrítica, para que las fantasías no nos distraigan en nuestra tarea de transformar la realidad.

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